Max Mad(era): más allá del putitrono
Somos conscientes de los sarpullidos que puede provocar en algún lector de este blog la siguiente entrada. Pero somos unos "mandaos" y, además, unos inconscientes. Os ponemos en situación: la heredera de una conocida fábrica de pinturas decide recuperar unos viejos muebles de su abuelo para colocarlos en su nuevo despacho. Os podéis imaginar el estado de las piezas... Databan de la primera mitad del siglo pasado, tenían algunos bichillos glotones en su interior y la tapicería había soportado los traseros de millones de personas a lo largo de su vida útil.
Pero, como suele pasar en la mayoría de estas piezas rescatadas, la calidad de la madera era excepcional y merecía la pena un esfuerzo.
Lo arriesgado en este tipo de trabajos de transformación es siempre la elección del tapizado y la "heredera" lo tenía clarinete. Quería algo rompedor y resistente, por lo que se decidió por un tejido dúctil pero fuerte (la polipiel) y un color y estampado -sin duda- llamativos.
Más allá de esta elección, este proceso de restauración y transformación nos llevó a preguntarnos si en decoración hay determinadas cosas que-no-se-pueden-hacer. Pero, ¿quién lo dice? ¿Acaso hemos visto el contexto en el que van a colocarse estas butacas? Como todo en la vida, los dogmatismos y generalizaciones no son buenos. Quitémonos prejuicios y las vendas de los ojos. Probemos, experimentemos. Juguemos, que de eso uno no se cansa nunca.
Uf, menuda parrafada new-age.
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