En un lugar de La Mancha...


Interesante reto al que nos enfrentamos con esta mesita de centro que nos trajeron hace unas semanas. Se trata de una típica mesa de la década de los 60 o 70, con patas de hierro y tapa de formica con un pintoresco dibujo quijotesco-manchego, un enrejado en la parte de abajo que hace las veces de revistero y bordes en madera de mokali. Afortunadamente, la persona que nos la trajo mostró su plena confianza en nosotros y nos dejó las manos libres para hacer y deshacer (tampoco disponíamos de un gran presupuesto).



Le dimos unas cuantas vueltas y pensamos en rendir homenaje a las mesas bajas alemanas de mediados del siglo pasado. Muchas de ellas se realizaban con pequeños fragmentos de baldosas cerámicas, un proceso laborioso que bien conocemos en Valencia. Sí -además del estropicio del Palau de Les Arts- es una técnica propia del Modernismo que ha ido y ha vuelto con las modas. Evidentemente, esta técnica habría disparado el coste de la mesa, por lo que optamos por pintar manualmente, imitando el efecto trencadís. La combinación de formas trapezoidales y colores (blanco, negro y crema) crea  un efecto caleidoscópico superdivertido.




Si bien no alcanza el equilibrio y levedad de las homenajeadas (esas patas tipo bambi y el cierre perimetral dorado hacen mucho), con esta transformación le damos un toque más fresco a nuestro salón.






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