¡Ven, diséñame otra vez!

Que nos perdonen los amantes del diseño si lo que vamos a decir a continuación resulta demasiado evidente, pero es una reflexión que nos vino a la cabeza cuando encontramos esta maravilla:


La reflexión es la siguiente: el diseño encuentra la razón de su existencia cuando logra hacernos la vida más cómoda y más bella. ¡Toma ya pedazo de pensamiento profundo! Tendría que leer esto ahora mi profe de Filosofía de primero (me cateó). ¿A cuento de qué esta reflexión? Pues porque nos parece genial que a alguien se le ocurriera solucionar el problema de espacio que crea una mesa con sus cuatro patas, más las patas de las sillas, en una casa. Ese genio, el arquitecto estadounidense de origen finlandés Eero Saarinen, fue quien en 1958 ideó esta mesa que, curiosamente, no fue tan elogiada por la crítica (¿esos quiénes son?) en su momento como lo es hoy en día. De hecho, el diseñador concebía el pie como una pieza escultórica, como una obra artística.

Estas mesas siguen fabricándose, con incontables posibilidades de personalización, y hasta Ikea tiene una en su catálogo. Sin embargo, las originales están hechas en distintos tonos de mármol italiano, tanto redondas como ovaladas.








En cuanto a la pieza que nos ocupa, la parte superior (la tapa) de esta mesa era casi irrecuperable. Decidimos contactar con un colega carpintero para que nos hiciera una nueva, en madera.















Y he aquí el resultado: un diseño atemporal, ligero, que aporta fluidez y elegancia al salón de esta casa. 

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